De lobo a perro, así fue la evolución de los milenarios caninos que hoy son nuestros fieles amigos

Los perros son sorprendentes, de eso no hay duda, y no solo por la inocencia y las emociones de amor que son capaces de demostrar y proveernos, sino por otras cualidades cognitivas que incluyen una memoria poderosa, la capacidad de leer nuestro lenguaje corporal y auditivo, incluyendo señales muy específicas y gestos.

Esto los ha llevado a convertirse en increíbles elementos de seguridad pública y militar, así como expertos en el cuidado de personas con discapacidades o enfermedades de monitoreo, convertirse en todos unos atletas o simplemente para hacernos el día cuando nos dé la patita cuando se lo pidamos.

De hecho, en el libro “Cómo nos aman los perros” de Gregory Berns, hace interesantes conclusiones a partir de estudios realizados a los peluditos con diferentes estímulos que eran leídos por expertos gracias a la resonancia magnética cerebral.

Ahí descubrieron la sensibilidad que tienen con el ser humano, al verificar que los cerebros caninos tienen estímulos muy fuertes cuando escuchaban la voz de sus dueños. Lo más interesante, es que las zonas del cerebro que se activaban estaban relacionadas con las emociones que le provocaban todas las cosas que le gustaban.

Berns no ha sido el único que ha estudiado el comportamiento de los perros, también lo hizo la Universidad de Princeton que iban en busca de leer el mapa genético de los perros y compararlos con el de seres humanos.

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Ahí hicieron un increíble descubrimiento, donde detectaron que el gen responsable del síndrome de Williams-Beuren en humanos, estaba presente de forma natural en los perros, sin embargo, solo se manifestaba una característica de este síndrome: la capacidad de crear amistades indiscriminadamente.

Es decir, algunas personas con Williams-Beuren son capaces de conectar inmediatamente con una persona, sin esos filtros que nos hacen dudar, desconfiar, ser tímidos o prejuiciosos. Mismas características que tiene todo perro mentalmente saludable.

Cuando los investigadores se preguntaron si dicho gen venía de sus ancestros más cercanos actualmente vivos, el lobo, resulta que no se encuentra presente en ellos. Fue así como concluyeron que dicho gen ha sido otro resultado más de su evolución junto con el ser humano.

Y no es lo único que no comparten a pesar de que el perro es el resultado evolutivo de los lobos, y eso lo hemos visto cuando los lobos actuales no son capaces de lograr las mismas tareas y adiestramiento, aunque sean criados desde pequeños por cuidadores humanos.

Sin duda, la interacción por miles de años con el ser humano ha moldeado sus capacidades cognitivas. Ellos han evolucionado a la par con nosotros y han sido uno dentro de las tribus o comunidades por decenas de miles de años.

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Pero, ¿cómo pudo haber sido ese primer acercamiento con un lobo antiguo sin que hubiera terminado en desastre? Posiblemente, muchas veces terminó mal ese primer acercamiento, y tal vez nunca sabremos cómo fue exactamente el momento donde un lobo decidió vivir cerca de los humanos, pero de algo sí podemos estar seguros: hubo deliciosa comida de por medio.

Los hallazgos de caninos milenarios nos han dado una idea sobre la evolución de los lobos a perros

Hasta ahora, no se sabe con exactitud cuando el ser humano domesticó al lobo (y cuándo el lobo se dejó domesticar), pero los primeros hallazgos de perros dentro de asentamientos humanos databan de hace 17.000 años. Así lo demostró uno de los huesos de perro más antiguos encontrados en la cueva de Erralla, en España.

Dicho hueso fue encontrado durante los trabajos de excavación y exploración de Jesús Altuna quien había estado realizando desde 1985, encontrando así con gran asombro este hueso de un canino de especia no identificada, pero del que ya se tenían algunas otras piezas de huesos.

La Universidad del País Vasco y el laboratorio de arqueozoología de Arkaios enseguida mostraron gran interés y comenzaron a estudiarlo más a fondo para poder identificar su especie. Con éxito, lograron saber que se trataba de un Canis lupus femiliaris, y que su edad más acertadamente posible era de unos 17.096 años, aunque el rango de error de los estudios es de unos 300 años, por lo que podría ser más antiguo.

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Gracias a este nuevo dato, se ha podido actualizar la línea del tiempo que define la interacción entre canino y ser humano, que hasta antes de este nuevo hallazgo, el más antiguo encontrado databa de unos 15.114 años cuando encontraron huesos en Gironde, Francia. A su vez, antes de este, el más antiguo era uno de 14.809 años, según otro hallazgo en Alemania.

Suena poco, pero dos mil años pudo haber hecho una gran diferencia si tan solo pensamos que los sucesos de la biblia también fueron hace dos mil años y nos parece tan lejano.

Las condiciones climáticas y la falta de alimento pudo haber empujado al lobo a refugiarse en el humano

Entrando en terrenos más hipotéticos y teóricos, algunos investigadores han llegado a formular que la relación perro-humano pudo haber florecido hace cerca de 40.000 años, cuando el neandertal todavía pisaba nuestro planeta, aunque otros calculan que pudo haber sido hace 100.000 años, que coincide con la llegada aproximada de nuestra especie, el Homo sapiens-sapiens, en un punto más primitivo y no como lo somos actualmente.

Sin embargo, son supuestos de los que poco podemos averiguar. Lo que si sabemos más certeramente es cómo pudo haberse formulado las interacciones en la época que pertenecen los huesos descubiertos.

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Afortunadamente, podemos saber más o menos el contexto histórico del hueso más antiguo de 17.000 años, donde ya podemos decir que había una relación estable. Se trató del periodo magdaleniense, que se caracteriza por existir en Europa durante la era política, antes de que culminara 5.000 años después.

Dicha era se caracterizaba por la existencia de culturas donde el humano ya era capaz de crear sus propias herramientas hechas de piedras y minerales, ya hacían esculturas de piedra tallada, comenzaron a hacer arte rupestre y mucho más.

También hay evidencia de que durante esta era, el paleolítico superior, se llevó de diferentes culturas que iba desde la Península Ibérica al sudoeste, hasta el oeste de Europa, expandiéndose hasta Chequia, muy al este. En cuestiones climáticas, se trató de una era muy helada que, para entonces, ya tenía más de 5.000 años en temperaturas congelantes, que a su vez significa que ya estaban bien adaptados a sobrevivir en dichas condiciones.

Sin embargo, eso no significaba que era fácil. Tal y como vemos con los animales bien adaptados a la tundra, ellos han evolucionado para poder encontrar alimentos prácticamente con el oído, descubriendo criaturas más pequeñas debajo de la nieve o debajo de la tierra, otros lo hacen a través del olfato.

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Pero sin esa ventaja, los lobos antiguos bien preservados en hielo no parecen tener las grandes narices y orejas que tienen las criaturas actuales con miles de años de ventaja evolutiva.

Posiblemente, los lobos y otros animales lograron sobrevivir las heladas del paleolítico, justo como lo hizo el humano. Concentrándose en las zonas más cálidas y donde el alimento no escaseaba tanto como en los sitios más fríos.

Como te imaginarás, en la gélida Europa este tipo de espacios eran muy reducidos, haciendo que las criaturas menos adaptadas se concentraran en territorios pequeños donde competían por el espacio y el alimento.

Según las teorías, el lobo tenía encuentros muy cercanos con los cazadores humanos debido a esto. Con el humano, sus lanzas y su fuego con todas las de ganar, seguramente los humanos se llevaban de presas que los lobos luego robaban durante un descuido o en la noche.

Incluso el humano también pudo haber actuado de carroñero, ahuyentando con piedras y palos a los lobos quienes disfrutaban de su presa recién obtenida. La línea de interacción enemigo-amigo ahora era muy delgada, donde posiblemente los humanos, en su calidad de humano, permitían que los lobos comieran los sobrantes o incluso los ayudaban cuando se encontraban débiles.

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En algún punto de las primeras interacciones amigables, es posible también que el lobo guardara su alimento con los humanos, encontrando en los pequeños asentamientos un lugar más seguro para acercarse, permanecer e incluso reproducirse.

Esto lo sabemos gracias a los hallazgos de hace 11.000 años donde se detectaron cinco linajes diferentes de perros procedentes del mismo antepasado en común, tan solo 6.000 años después, tiempo suficiente para que la genética de los canes comenzara a diversificarse, trayendo las primeras razas puras de perros.